22 de enero de 2009

¿Qué es el socialismo?

El socialismo es una nueva sociedad basada en la desaparición de las clases sociales, en el fin de la explotación del hombre por el hombre. Esto implica la no presencia de la opresión ni de la explotación a ningún nivel. De igual manera, comporta la desaparición del Estado y de los medios con los que los privilegiados defienden sus posesiones, o sea, la policía, el ejército, las cárceles, etc.
Es imposible hacer una descripción exacta de cómo será este nuevo sistema, pero sí se puede, gracias a los acontecimientos históricos, dislumbrar algunas facetas de éste.
Las revoluciones pasadas enseñan que, cuando los trabajadores se han levantado contra la sociedad existente, han tomado acciones similares. En los casos más extremos, como en Rusia y el Estado español, los avances en cuanto al reparto de riqueza e igualdad de derechos entre hombres y mujeres o entre naciones fueron muy significativos.
George Orwell, escritor inglés que estuvo en la revolución española, describió a la perfección el ambiente de esta transformación social en su libro Homenaje a Catalunya:
Era la primera vez que estaba en una ciudad en la que la clase obrera ocupaba el poder. Casi todos los edificios de cierta importancia habían sido ocupados por los obreros, y sus fachadas estaban cubiertas con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; en todas las paredes se veían la hoz y el martillo, y al lado las iniciales de los partidos revolucionarios... Todas las tiendas y cafés exhibían un letrero en el que se decía que habían sido colectivizados; hasta los limpiabotas habían sido colectivizados y sus cajas pintadas de rojo y negro. Los camareros y los dependientes le miraban a uno a la cara y le trataban como a un igual. Las expresiones serviles o simplemente respetuosas habían desaparecido temporalmente. Nadie decía "señor" o "don", ni siquiera "usted"; todo el mundo trataba a los demás de "camarada" y de "tú", y decía "¡Salud!" en vez de "Buenos días"... No había coches particulares, todos habían sido requisados, y todos los tranvías y los taxis y la mayoría de los demás transportes públicos, estaban pintados de rojo y negro...
Pero lo más sorprendente de todo era el aspecto del gentío. A juzgar por su apariencia exterior, era una ciudad en la que las clases adineradas habían dejado de existir. Exceptuando a un reducido número de mujeres y de extranjeros, no se veía a gente "bien vestida". Casi todo el mundo llevaba ropas muy sencillas propias de la clase trabajadora, o monos azules o alguna variante del uniforme de los milicianos. Todo aquello resultaba extraño e impresionante.
¡Imagínate lo que se podría hacer hoy en día, con una sociedad mucho más desarrollada y con una mayor potencialidad creadora de riqueza!
Socialismo internacional
La idea principal del "comunismo" de Stalin y de sus seguidores ha sido la de poder crear el socialismo en un solo país. En el nombre de esta teoría, los comunistas occidentales han estado apoyando estados dictatoriales contra sus propias clases trabajadoras ¡Los defensores de la clase trabajadora de su país ayudando a la clase explotadora de otros países! ¡Qué cruenta ironía!
La historia ha mostrado cuan errónea ha sido esta política. La posibilidad de crear esta nueva sociedad pasa por la necesidad que se desarrolle a nivel internacional. Sería impensable que los países capitalistas se cruzaran de brazos viendo como en otros países sucedían revoluciones, el peligro de que éstas influyeran a sus propias clases trabajadoras sería demasiado grande.
De este modo, una revolución socialista sería imposible que se sostuviera si no se extendiese. Y por tanto, si esto no sucediese, la revolución se vería abocada al fracaso. Los Partidos Comunistas de todo el mundo rechazan, más o menos, el pasado soviético pero olvidan preguntarse por qué "el socialismo en un país" es inviable. Aún más, rechazan el estalinismo de la URSS sin tener en cuenta las similitudes de ésta con Cuba, China o Corea del Norte.
El socialismo, por tanto, nada tiene que ver con la ex URSS de Stalin, con la China de Mao o con la Cuba de Castro.
En todos estos casos, ver la diferencia entre lo que sus dirigentes decían o dicen ser y hacer y lo que realmente son y hacen es esencial para entender que representan a unos intereses muy diferentes a los de la mayoría de la sociedad.
El poder de los trabajadores
Lo que distingue al marxismo de otros movimientos políticos es el lugar donde pone el énfasis a la hora de explicar quién es el sujeto que puede transformar la sociedad.
La diferencia fundamental se encuentra en que para lograr el socialismo, éste tiene que ser realizado por "la mayoría de la sociedad en interés de la mayoría de la sociedad".
Cuando hace 150 años Marx y Engels definieron al socialismo como "la auto emancipación de los trabajadores" señalaron a estos como el sujeto revolucionario, no porque fueran los más explotados de la sociedad, los campesinos lo estaban mucho más, sino por su situación y su papel en la creación de la riqueza de este sistema. Esta idea que ha sido defendida por la izquierda durante tantos años, también se ha visto cuestionada por la socialdemocracia y por el movimiento comunista.
Por un lado, los partidos socialdemócratas han dejado de pensar sólo en los trabajadores y han tenido que defender el hecho de buscar el apoyo de empresarios y banqueros para las campañas electorales, diciendo que la clase trabajadora ya no es lo que era.
Por su parte, los partidos comunistas, bajo la influencia de las revoluciones china o cubana, se decantaron por la idea de que si los trabajadores no hacían la revolución, entonces habría que buscar un nuevo sujeto revolucionario entre el campesinado o las guerrillas.
Contradiciendo una de las principales ideas del marxismo, los llamados "marxistas" se dedicaron a prometer que "una minoría también podía lograr la transformación en interés de la mayoría".
Pero Marx no puso un interés principal en los trabajadores porque sí, sino porque era imposible acabar con las ideas que dominan la sociedad capitalista -individualismo, racismo, corrupción, etc.- si no se hacía a través del cuestionamiento y superación de estas ideas por la inmensa mayoría de la sociedad.
Este acto vendría a través de la revolución, sería imposible hacer una revolución sin que los propios trabajadores combatiesen las ideas racistas, individualistas, machistas, etc.
Si no se superan estas ideas no se podrá ganar la batalla contra la burguesía, simplemente, porque ésta los dividirá, como hace día tras día, buscando a los responsables de la crisis económica y de los problemas de la sociedad entre los inmigrantes, las mujeres, los judíos, etc. Además, a un nivel puramente práctico, la posición de los trabajadores en esta sociedad les posibilita para saber controlar una riqueza que hoy en día, entre todos, ya producen.
La clase trabajadora es revolucionaria, fundamentalmente, por su situación en el sistema capitalista. Esto hace que otras clases o grupos sociales no puedan ejercer un papel que sólo está destinado a jugar los trabajadores como clase.
Esta premisa no significa que la clase trabajadora se comporte de manera revolucionaria habitualmente, sólo lo hace en momentos concretos.
Las ideas del capitalismo, transmitidas por los medios de comunicación y por los valores familiares, educativos o religiosos, pueden mantener pasivos y sin confianza a los trabajadores durante años. Puede parecer que las ideas de los trabajadores no cambian, que la situación política es inmóvil. La realidad es otra, la conciencia de la clase trabajadora cambia en momentos cambiantes. La historia nos muestra como ha habido momentos en que la clase trabajadora ha sido muy consciente de sus intereses y ha tratado de tomar sus vidas en sus propias manos.
La alternativa revolucionaria ha surgido de las experiencias de los propios trabajadores. Marx sólo defendió la necesidad de acabar con el Estado existente, para poder llevar a cabo una transformación social de la sociedad, tras ver lo sucedido en la Comuna de París en 1871.
La alternativa revolucionaria
La disyuntiva reforma o revolución se ha planteado en cada momento en que los trabajadores han sido más conscientes políticamente.
En los momentos de calma social, cuando el capitalismo vive un periodo de boom económico, la opción revolucionaria sólo es defendida por una minoría de la sociedad.
La revolución como tal, no significa, como mucha de la izquierda proclama, el momento de la toma de poder, o sea, la insurrección. La revolución es un proceso histórico que puede durar meses, significa la toma de conciencia de la masa trabajadora de que sus intereses ya no pueden ser defendidos de manera pasiva como hasta entonces y, por tanto entienden que son ellos mismos los que tienen que jugar un papel activo en su consecución.
Ninguna revolución se ha hecho de la noche a la mañana. La clase trabajadora ha ido durante el transcurso de su propia experiencia en la lucha cuestionando, primero, partes del sistema, para acabar, si es que hay una dirección revolucionaria que muestre esta alternativa, tomando la opción de derribar al sistema entero que le domina en todas las facetas de su vida.
Como cualquier hecho histórico hay cientos de razones por los que la clase trabajadora se ha levantado. En la revolución rusa fue la terrible guerra mundial y la carestía existente y en la española, el golpe de los militares y las promesas incumplidas de la república.
La organización revolucionaria
La alternativa revolucionaria es, hoy en día, defendida por una parte minoritaria de la sociedad. Hasta muchos de los que se llaman revolucionarios no se enrojecen al decir que la revolución es un sueño bonito, pero imposible.
Este hecho no debe extrañar, sólo en momentos revolucionarios la posibilidad de un cambio de este tipo es percibido y tomado como posible por gran parte de la población. La maquinaría ideológica que está en manos de los ricos se encarga de borrar toda señal de las luchas de los trabajadores en el pasado, de las revoluciones habidas o de las victorias que se han conseguido.
Es inimaginable pensar que los ricos propietarios de la prensa, por ejemplo, vayan a publicar y a expandir ideas que van en contra de sí mismos.
Por esta razón, sólo las organizaciones revolucionarias pueden tratar de mantener viva la memoria de lo pasado a lo largo de la historia de los trabajadores. Esta tarea no se lleva a cabo por el hecho sentimental o nostálgico de recordar el pasado con orgullo, sino más bien para aprender de los errores que se cometieron y para demostrar que si hubo razones y condiciones para que ello sucediera entonces y éstas siguen existiendo hoy, eso significa, por tanto, que aún es posible la transformación de la sociedad.
Es por ello que tenemos la necesidad de recuperar la propia historia de los trabajadores, diametralmente opuesta a la que nos enseñan en las escuelas. Esa es una de las razones por las que Socialismo Internacional publica su periódico En lucha y organiza sus charlas.
Necesitamos saber de las luchas que ha habido contra la monarquía y no los nombres y fechas de los monarcas. Necesitamos conocer al movimiento obrero de principios de siglo, la insurrección de 1909, la huelga de la Canadiense, la revolución de Asturias y la del 36.
Necesitamos saber de las grandes revoluciones desde el punto de vista de los pobres, de los hambrientos, de los analfabetos y no desde el punto de vista de los dictadores o de los tiranos.
Necesitamos saber todo lo posible acerca de los momentos en los que los trabajadores han tomado la historia en sus propias manos, acerca de la Comuna de París en 1871, de los primeros años de la revolución rusa, de los comités en Munich y Kiel en 1918 y 1919, en Turín en 1920, en Budapest en 1956, acerca del París de 1968, de Lisboa en 1975 o de Teherán en 1979.
Necesitamos saber cómo se pueden hacer las revoluciones, y por qué se han perdido antes. No podemos aprender estas lecciones individualmente, sólo leyendo libros en casa. Necesitamos mantener nuestra historia y nuestra memoria fresca, mediante un debate continuo entre los que quieren cambiar el mundo.
Necesitamos nuestros propios periódicos. Pero no servirán de nada si estos no pueden llegar a las manos de la gente que también odia al sistema actual. Su circulación sólo es posible vendiéndolo mano a mano. Los periódicos socialistas, al igual que los otros, necesitan de impresores, periodistas, etc., pero la diferencia con la prensa de los millonarios es que la prensa socialista necesita de gente dispuesta a sacarlos a la calle y venderlos.
De la misma manera, una organización revolucionaria no se mantiene a la espera de que llegue el día deseado, sino que participa en las luchas que se van sucediendo. Las manifestaciones, huelgas o campañas son el momento en que los que se están movilizando están cuestionando este o aquel punto del sistema y, es por ello, que las ideas cambian mucho más rápidamente. En esos momentos, se ve más claramente, por ejemplo, el papel de la policía, de los partidos parlamentarios de izquierda, de la prensa, etc.
Es por ello que los revolucionarios ven en la búsqueda de reformas, que conlleven mejoras para los trabajadores, el mejor espacio donde actuar.
La necesidad de una organización revolucionaria, por tanto, parte de un menester tanto para las luchas de hoy como para los momentos revolucionarios de mañana.
Uno no puede ser un socialista por su cuenta, parece obvio, pero aún hoy hay mucha gente que se considera socialista y no está organizada colectivamente. El socialismo es un sistema basado en la cooperación, el reparto de los recursos y la solidaridad. No podemos empezar a cambiar el mundo si todos aquellos que quieren cambiarlo no se unen a una organización socialista revolucionaria.
Para que esta organización tenga una idea de lo que está sucediendo en la clase trabajadora necesita la afiliación y participación de los miembros más conscientes y luchadores de esta clase social.
Socialismo Internacional trata de ser esta organización. Somos una organización que funciona sobre la base de unir a la gente que quiere llevar a cabo una resistencia activa al capitalismo.
Concentramos nuestros esfuerzos en la gente que está luchando o en la que se está preparando para hacerlo. Tratamos de expandir nuestro entendimiento político, nuestro conocimiento de la historia, nuestro periódico, en el que animamos a la gente a resistir a los ataques del gobierno y la patronal.
A diferencia de los partidos socialdemócratas o comunistas, donde los líderes hacen lo que quieren sin contar con la base, una organización socialista revolucionario se basa en la actividad de sus propios afiliados y son éstos los que determinan la dirección del partido.
La imagen de Socialismo Internacional, que algunos en la izquierda dan de nosotros, es la de fanáticos de la revolución. Pero lo cierto es que los miembros de Socialismo Internacional no han nacido siendo revolucionarios. Nos hemos hecho socialistas revolucionarios porque nos ha persuadido un argumento, por desafiar al gobierno, a la policía o, sencillamente, por el ejemplo de otra persona que estaba luchando.
Si aparecemos más confiados, organizados o optimistas acerca de las posibilidades de cambiar el mundo, no es por obstinación o por tener un gran compromiso. Es porque podemos organizar alguna plataforma y sabemos que otras organizaciones la integrarán, podemos producir octavillas o periódicos, sabiendo que habrá compañeros que los venderán, podemos saber qué está pasando en otros países y recibir información de las luchas que se dan, porque formamos parte de una corriente internacional de organizaciones que se basan en la misma política de lucha contra el sistema. El conocimiento, la lucha y la solidaridad dan la necesaria confianza, que muchas veces falta a los socialistas que van por su propia cuenta.
Si la gente que dice ser socialista decide que ha llegado el momento de hacer algo para organizarse, podremos ser más fuertes y establecer más lazos de solidaridad entre los trabajadores en lucha.
En todos los casos en los que una revolución ha estallado, la presencia o ausencia de una organización revolucionaria ha sido de gran importancia para la victoria o la pérdida de ésta. Es por ello, que su creación y su participación no es una posibilidad a tener en cuenta, sino una necesidad comprobada.
fragmento de: "EL ABC DEL SOCIALISMO"

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